Comienza la novela
Dos candelabros de plata y media docena de cubiertos. Jean Valjean roba en casa del obispo Myriel. Pero no tardan en descubrirle. Sin embargo, estupefacto asiste a una pequeña (y gran) mentira por parte de Monseñor. Afirma ante la policía que Jean Valjean no ha robado los candelabros y los cubiertos, él mismo se los regaló. Y de ese modo le hace el regalo más grande que jamás hubiera podido soñar: su propia redención. A partir de ese momento, Jean Valjean es otro. Comprueba que se puede escapar del destino y de la naturaleza de uno mismo. Pero será mucho más difícil escapar de Javert.
Esto es sólo el principio de una novela de más de 1.200 páginas, multitud de personajes, diversos acontecimientos históricos y más de dos décadas de tiempo. Sin embargo, lejos de apabullarme, la inmersión en una obra tan vasta y compleja no me supuso ningún trauma a mis once o doce años de edad cuando mi padre la puso en mis manos diciéndome. _Léete esta. Te va a encantar.
Y así fue. Ya había descubierto la literatura mucho, muchísimo antes. Quizá a los cuatro años, cuando aprendí a leer. Pero la vida de Jean Valjean me enseñó la magia de la fantasía, del cine en la imaginación (que es mucho mejor que el que se proyecta en la pantalla). Y a partir de ese momento ya no pude parar.
Desde entonces son muchos, muchísimos, los libros que he leido, pero pocos, muy pocos, los que han conseguido sacudirme tanto. Y no es porque sea la mejor obra que he leido. Es porque fue la que despertó en mí la pasión por la lectura y la literatura.
Por eso quiero empezar este blog con esta novela. LA GRAN NOVELA.
Todavía hoy mi padre y yo nos reimos recordando la maldad de los Thernardier, la obsesión de Javert, las penurias de Fancine y la pasión que destilan todos y cada uno de esos inolvidables personajes.