Barcelona a los 40
Desde que estábamos en el colegio, no nos juntábamos las amigas para pasar un fin de semana por ahí. Después de estar todo el año decidiendo el lugar (Londres, Munich, Madrid, Arnedillo, Puente Viesgo…) y la fecha (mayo, septiembre, octubre, noviembre…) Al final la cita fue en diciembre y en Barcelona.
Nada más llegar a Barcelona, dejamos los bolsos y nos fuimos a cenar a una especie de tasca animada y llena de gente joven situada detrás de la catedral del Mar (no me he leído la novela pero respira un cierto aire de misterio, desde luego). Se llama Petra y tiene una carta bastante limitada aunque con una excelente relación calidad-precio. Cocina un tanto distinta en la que no destacaron las ensaladas (correctas) pero sí los segundos (carnes, no pescados) y los postres.
Comimos en Monchos, en plena playa de la Barceloneta (destacable el arroz negro con chipirones y para olvidar el vino del Penedés) y dedicamos la tarde a pasear por las tiendas del Paseo de Gracia.
Ya por la noche nos preparamos para celebrar por todo lo alto la auténtica fiesta de los cuarenta en el Loidi, el restaurante del Hotel Condes de Barcelona concebido como un bistrot informal y asequible por Martín Berasategui. Cuando llegamos al restaurante, Barcelona estaba vacía (jugaba el Barsa en el Camp Nou contra el Madrid) y llovía a mares. Nos recibió un regimiento de camareros y camareras vestidos de negro y con pinganillo en la oreja al más puro estilo matrix.
Todos ellos destacaban por su profesionalidad y simpatía, aunque no tuvieran ni idea de servir bien el vino _ en un local de este tipo se echa de menos un sumiller_.
Empezamos por una juliana de vainas con langostinos y jugo de mango. Crujiente y sencilla pero muy interesante. A continuación, nos sirvieron un tataki (técnica de cocción del atún, el bonito o el buey, que consiste en asar la carne con un golpe de fuego de manera que queden asados de manera superficial y crudos por dentro) de atún con salsa de soja. Para mí se está abusando mucho del taco de atún pero aún así estaba buenísimo aunque, para mi gusto, le sobraba mucha densidad de sabor a la salsa de soja. Los brotes de soja que servían de colchón, sí estaban buenos.