Marta Borruel

Ideo

Matar la creatividad

IdeoArtículo publicado en el periódico: 400 kilometros

Entre las asignaturas más importantes de Ciencias de la Información (cuando el Periodismo se llamaba así) estaba la Economía, y recuerdo que una de las teorías más impactantes que estudiamos era el Taylorismo, que establecía un sistema de organización racional del trabajo con el fin de aumentar la productividad de las empresas.

Frederick W. Taylor, que fue su ideólogo, intentó eliminar por completo los movimientos innecesarios de los obreros e incluso realizó un estudio para eliminar dichos movimientos y establecer, por medio de cronómetros, el tiempo necesario para realizar cada tarea específica. En la práctica convirtió a los trabajadores en autómatas que se limitaban a realizar una serie de tareas específicas sin fin y sin dar lugar a la improvisación.

Afortunadamente este concepto ha ido transformándose y las empresas comienzan a concebirse como lugares donde fomentar y estimular la creatividad de los trabajadores dándoles espacio para que éstos puedan desarrollar su trabajo lo más libremente posible. Los resultados en muchas ocasiones son asombrosos, las compañías descubren que el potencial más enorme que tienen no son sus activos económicos sino el talento de sus empleados.

Esto lo aprendimos, y lo vimos, en Silicon Valley donde en empresas como Google, Twitter  o Linkedin ya lo han interiorizado y donde en otras como Ideo, alcanza su máxima expresión. Los trabajadores de Ideo no tienen reglas fijas pre-establecidas, si uno se encuentra bien trabajando mientras escucha música, lo hace. Si otro prefiere salir con el portátil al jardín porque se inspira más, lo hace. Si aquél de allá está trabajando en un nuevo teléfono para niños y se rodea de muñecos, fotografías y juguetes, perfecto. Lo que importan son los resultados.

En una empresa que conocí hace unos años lo primero que hicieron a sus trabajadores fue prohibirles colgar cuadros o posters en las paredes, prohibirles colocar nada encima de los armarios que separan los puestos de trabajo y, por supuesto, no permitir ningún cartel en puertas, ventanas, etc  que pudieran romper con la homogeneidad y el minimalismo del área de trabajo. En la práctica lo que se pretendía era erradicar la creatividad y las ideas.

El otro día en la presentación de 400 km en Madrid, vi la antítesis de todo esto. El Hub es un lugar alternativo que ofrece, para todos los que deciden alquilar un espacio allí, un sitio inspirador para reunirse, trabajar, innovar, aprender y conectar. Una oficina que lo mismo se convierte en una sala de reuniones,  un laboratorio de innovación, un despacho de coaching… todo ello con una decoración vanguardista que despierte la creatividad y motive favorezca el proceso de creación. Todo ello compartiendo ideas y experiencias con personas de otros ámbitos y disciplinas. Un lugar, desde luego, muy inspirador.