Bella Italia – Romántica Verona
De camino a Venecia, decidimos pasar el día en la ciudad de Verona, a la que Shakespeare dio fama universal cuando situó entre sus estrechas y bonitas callejuelas la trágica historia de Romeo y Julieta. Desde entonces, Verona se ha convertido en la ciudad de los novios y los amantes por la que centenares de parejas pasean y acuden casi en romería hasta la casa de la bella Julieta.
La casa está en “Lo Stallo del Cappello”, una antigua torre del siglo XIII que era, según la tradición, la casa familiar de los Capuleti veroneses (Capulettos en la obra), la familia de Julieta. En el patio, se encuentra la estatua de bronce de la joven, obra de Nereo Costantini, convertida en uno de los símbolos de Verona y junto a la que se fotografían miles de jóvenes.
Ahí está también el famoso balcón al que Julieta se asomaba en la obra de Shakespeare solo que, desgraciadamente, no es el original, ya que fue añadido en la restauración que se hizo en 1928. A la entrada de la casa, hay miles de mensajes de amor escritos en todos los idiomas imaginables.
Pero Verona es mucho más.
Para empezar, tiene la fabulosa Piazza delle Erbe, admirada por artistas de todos los siglos y tendencias y en cuyo centro se levanta la fuente de la Madonna frente al espléndido Palacio Maffei.
Y en el centro, la Torre dei Lamberti, de 84 metros de altura y considerada el mirador de Verona.
Pasear por la plaza curioseando entre los distintos puestos del mercadillo de Navidad; tomar un spritz en alguna de las preciosas terrazas que la circundan; o admirar los imponentes edificios, síntesis de muchos y distantes periodos históricos, son sólo algunas de las cosas que se pueden (y se deben) hacer en esta coqueta ciudad.
Muy cerca de la piazza, hay un bonito restaurante, Ristorante Trattoria Impero donde comimos uno de los platos más típicos de la gastronomía del Véneto, la polenta e baccalà. Probablemente, el bacalao sea el plato más típico de la cocina veneciana y se sirve como “Baccalà Mantecato”, es decir, al estilo de nuestra brandada, con aceite de oliva, ajo y parejil. Y en esta zona del Véneto, se suele acompañar de polenta, un potaje elaborado con harina de maíz, muy suave pero contundente.
Probamos también los spaghetti vongole y el archifamoso escalope a la milanesa, ambos platos muy recomendables.
Pasear por las calles de Verona es viajar por el tiempo porque la ciudad ha conservado un número considerable de monumentos de la Antigüedad Grecorromana, de la Edad Media y del Renacimiento.
Pero el monumento símbolo de la ciudad por excelencia (con permiso de los jóvenes amantes) es el Arena (siglo I d.C.),un anfiteatro construído para los legendarios combates de gladiadores y que está magníficamente conservado. El mármol blanco y rosáceo del Véneto, brillante bajo los escasos y débiles rayos de sol, consiguen imaginar (e incluso escuchar) los gritos de la multidud aclamando a los héroes, los rugidos de las fieras, la mirada fija en el César…
En la actualidad, sin embargo, es, según dicen, el escenario de ópera al aire libre más famoso y más espectacular del mundo.
Y todavía hay más.
No hay que irse de Verona sin caminar por la Calle Mazzini, una de las más antiguas y sugerentes de Europa y repleta de tiendas de marca. Conecta la Piazza Bra (donde está ubicado el Arena) con la Piazza delle Ebre.
Tampoco hay que dejar de ver la Plaza de los Señores y el Arche Scaligere, un pequeño cementerio donde están sepultados los Scaligeri, una de las familias más poderosas de Verona durante la Edad Media.
Por supuesto hay que acercarse al Duomo de Verona, una preciosa iglesia dedicada a Maria Asunta.
Sin olvidar el Puente de Piedra, el único puente romano que queda en la ciudad y desde el que se ve el Castillo de San Pedro.